miércoles, 4 de julio de 2012

Las imágenes, los telediarios y las gilipolleces

Lo ensencial en la televisión son las imágenes. Sin ellas los informativos serían diarios hablados, y para eso ya están los de la radio. Quizás por eso vemos repetidas una y otra vez las mismas secuencias mientras el presentador del telediario cuenta una noticia. Es lo que hay. Si la noticia da para dos minutos o para cinco, y solo hay imagenes para cubrir 20 segundos, pues se repiten hasta la saciedad. Aburren, claro. Pero el público lo puede comprender y hasta disculpar. Sin embargo en los últimos tiempos se ha dado un paso más en ese sentido que pone en peligro la noción más básica de la información, pues parece que ahora basta con tener imágenes más o menos pintorescas para presentarlas como hecho noticiable. De ahí que las cadenas (unas más que otras) estén ofreciendo cada vez más noticias, que no lo son, por el simple hecho de que disponen de miles de vídeos para elegir porque les salen gratis o porque los pagan a precio de saldo a sus servidores globalizados. No les importa que sean sucesos simplones ni tampoco la falta absoluta de los datos mínimos que deben acompañar a cualquier información porque conforman la esencia misma de ésta.
Los telediarios se están convirtiendo en crónicas de sucesos curiosos cuando no en puros anecdotarios. Si no se lo pueden creer vean Cuatro, tal vez hoy tengan suerte y les pongan el vídeo del gato chino (o jamaicano, da igual de dónde), sorprendido por la cámara del sobrino de su dueño mientras ladra, posiblemente por primera y única vez en su vida. Eso es todo. No esperen nada más. No importan nombres, fechas o lugares porque en estos casos da exactamente lo mismo. Hilario lo presentará con el mismo semblante de siempre, incluso hará un chistecito y seguirá hablando del número de personas que se han congregado en un monasterio tibetano para cenar una tortilla hecha en Betanzos o del calor que están pasando hoy en Sevilla un grupo de jubilados siberianos que está de excursión por Andalucía. A lo mejor también dice algo de un conductor (anónimo, por supuesto) que se ha saltado (no se sabe cuándo fue exactamente) una barrera policial en una carretera de Nebraska (eso sí se sabe) y acaba estrellando el coche contra otro que estaba aparcado. Youtube en pantalla grande. ¡Qué guay!
Pues sí. Lo malo es que hablamos de esos espacios en los que la mayoría de los españoles basan la información que tienen de cuanto ocurre en el mundo y en su propio país. Ya hace tiempo que los telediarios pasaron a ser telemuertes (algunos más que otros, en este apartado la cadena puntera es Telecinco, la hermana mayor) debido a la abundancia de noticias sobre sucesos dramáticos. Ahora el cambio apunta hacia nueva denominación y ya se vislumbra la nueva campeona, la hermana menor. Telegilipolleces.

martes, 26 de junio de 2012

La bazofia que se la coman ellos

De las costumbres y el hacer de las televisiones hay muchas cosas que me molestan. Unas más que otras, claro. Pero las que más son las que evidencian el pobre concepto que tienen algunos directivos y profesionales del medio acerca del público que les sustenta. Y es que lo consideran bobo. Sí, bobo o tonto o idiota. Solo pensando que ellos piensan así se entienden actitudes tan burdas, mezquinas y manipuladoras que, en muchos casos, dan como resultado productos de muy baja calidad aunque ellos los sirvan sin pudor. Un ejemplo: La persecución al famoso con el convencimiento de que tarde o temprano acabará por meter la pata, pegar a alguno de los perseguidores o blasfemar en arameo, y por lo tanto dará una noticia. ¿Y si no la da? Pues se inventa, y a correr.
Ana Obregón acude a celebrar el cumpleaños de su madre, y entre que sale del coche y llega al restaurante fotógrafos, cámaras y reporteros la persiguen para conseguir unas imágenes y unas declaraciones. 

Ana, a celebrar el cumpleaños de tu madre, ¿verdad?, pregunta la reportera de Corazón.  
Sí, que se lo merece, responde al paso la Obregón. 
Ana, tu libro va muy bien, ¿verdad?, insiste.
Si, muy bien.
 
Dos horas despúes, acabada la comida, la reportera del equipo, que permanece allí, vuelve a la carga. 

Ana, lo habéis pasado muy bien, ¿verdad?
Sí, sí, muy bien.

Pues eso, que hay un titular, unas imágenes esquivando a los acosadores y tres preguntas estúpidas hechas al vuelo y con respuesta incluida para que la interrogada solo tenga que confirmar y ya tenemos una noticia de sociedad. Una más. Vergüenza no tienen cuando la dan, eso no. Y no lo digo por la reportera, que supongo que la pobre habrá tenido que superar muchos exámenes antes comerse esta bazofia. Corazón. ¿Les suena? Magacín rosa de RTVE, La 1, 14:30 horas. No es casual que la baja calidad abunde en programas de esa cuerda. También en los deportivos, curiosa coincidencia. Ambos van dirigidos a públicos poco exigentes, Marías y Manolos, pensarán ellos, los Manolos, quiero decir, los responsables.


miércoles, 20 de junio de 2012

Yo veo la tele

El último estudio anual de la AIMC (EGM desde abril 2011 a marzo 2012) da un porcentaje del 88,6% de espectadores por día entre la población española de 14 años o más (39.450.000 personas), con un tiempo medio por espectador y día de 238 minutos. Y todo esto sin incluir a quienes ven la tele por internet, cifra que va en aumento y que en el último mes contabilizado estaba muy próxima a los 6.000 espectadores diarios. En conclusión,  podría decirse, exagerando solo un poco, que prácticamente todos los ciudadadanos de este país ven la tele todos los días del año durante casi cuatro horas diarias. 
De este modo la tele domina sobre el resto de medios de comunicación, imponiendo en gran medida la actualidad del día. Esto posibilita que tenga una gran influencia en la sociedad y que sea una referencia en la creación de opinión pública. Es además el escaparate ideal para quien quiere darse a conocer, sea cual sea su profesión y su necesidad de ello. Es el gran poder. La tele nos entretiene, nos informa, nos duerme, nos forma, nos seduce y nos atonta. La tele, la puta tele.